Doña Urraca
en Zamora
Al morir Fernando I, este dividió sus reinos entre sus hijos, rompiendo el
derecho visigodo y leonés que impedía dividir las posesiones reales entre los
herederos, asumiendo el derecho navarro de considerar dichas posesiones
como patrimonio familiar. Así, su primogénito Sancho heredó el reino de
Castilla; García, Galicia; Alfonso, el reino de León; su hija Elvira, el
señorío de Toro; y a su otra hija, Urraca, el señorío de Zamora. Pero Sancho no
está de acuerdo con la división de las posesiones, y junto con su hermano
Alfonso, los va conquistando uno a uno, para reunificarlas. Para la
última de ellas, Sancho envió al Cid Campeador a Zamora para que convenciera
por las buenas a su hermana de la entrega de la ciudad, a cambio de una renta
que le permitiera vivir de acuerdo a su linaje, algo que no fue aceptado por
Doña Urraca. Sancho montó en cólera y se dirigió a Zamora a conquistarla con la
mayor rapidez. Y no fue una hora lo que duró el sitio de Zamora, sino siete
largos meses, llegándole a costar la vida al propio rey Sancho. Una historia en
la que entra en escena un curioso personaje llamado Bellido Dolfos.
Ninguna de las crónicas trata de manera amable a Bellido
Dolfos, al que se presenta como un
personaje despreciable, vil, astuto y traicionero, discípulo de Satán y capaz
de todo con tal de lograr su objetivo. Según la leyenda éste no era otro que
conseguir los favores carnales de la infanta Doña Urraca. Su presencia nace en
el momento en el Doña Urraca se ve incapaz de seguir soportando el asedio de Zamora
por su hermano, al escasear los recursos, prometiendo a aquel que pudiera
librar a la ciudad del asedio darle lo que quisiera. Es entonces cuando Bellido
aparece en la leyenda, al presentarse ante la infanta contándole un plan urdido
por él mismo para acercarse al rey Sancho y matarle.
Bellido abandonó Zamora dirigiéndose hacia el campamento de Sancho,
solicitando una entrevista con el rey para contarle que abandonaba a doña
Urraca y se pasaba a su servicio. Una vez ganada la confianza de Sancho, Bellido
le contó un plan para conquistar Zamora. Le dijo que conocía una puerta
secreta, libre de vigilancia que le permitiría pasar a la ciudad sin ser
visto y conquistarla. Sancho escuchó sus palabras y accedió a
acompañarle, confiando en aquel personaje que le prometía un fácil modo de
acabar con el asedio. El rey y el traidor acordaron buscar juntos la
mencionada puerta. Un domingo, el 6 de octubre del año 1072, ambos
salieron con sus caballos para recorrer la muralla de la ciudad en busca de la
puerta secreta. En un momento, el rey se aprestó a hacer sus necesidades,
bajándose de su caballo y dándole a Vellido sus armas, lo que aprovechó este
para asestarle varias puñaladas mortales con su propio venablo: “Diole
con el dicho venablo por las espaldas, que le salió a los pechos, e cayó luego
en tierra”. No cabe duda que la muerte del rey
no pudo ser más desafortunada y, desde luego, nada poética ni digna de un
personaje de tal estirpe. En realidad, su muerte demostraba la credulidad y la
poca prudencia de alguien que se dejó guiar sin escolta alguna por un personaje
como Bellido. O eso, o la leyenda ha podido traicionar también a la
historia.
Sea como fuere, el traidor, tras asesinar al rey, salió huyendo y
volvió a entrar en Zamora por el lugar que durante mucho tiempo fue llamado Portillo
de la Traición y regresando al lado de Doña Urraca a cobrar su
recompensa. La leyenda nos dice que, al conocer la traición, el propio
Cid Campeador, persiguió al asesino, aunque sin alcanzarlo. En las afueras de
Zamora, durante el asedio a la ciudad, el Cid, al servicio del rey Sancho, fue
ordenado caballero en la iglesia de Santiago de los Caballeros, donde veló
armas.
El rey Sancho II, durante su lecho de muerte, comprende que su muerte es
fruto de las acciones que él mismo cometió durante su vida. Aquella imprudencia
y poca
paciencia que siempre le había caracterizado había sido la causante de su suerte. Mientras, algunos nobles zamoranos instan a la infanta Urraca a que entregue al traidor de nuevo a los castellanos, dado lo infame de la muerte a que fue sometido Sancho II. Bellido Adolfo fue conducido a los calabozos durante nueve días, plazo establecido por la ley local para que los agraviados pudieran reclamar al sospechoso y poder ser sometido a juicio. Unos apuntan que Bellido abandonó Zamora con la aquiescencia de Urraca y se dirigió a tierras moras; y otros señalan que fue entregado a los castellanos y descuartizado por cuatro caballos.
paciencia que siempre le había caracterizado había sido la causante de su suerte. Mientras, algunos nobles zamoranos instan a la infanta Urraca a que entregue al traidor de nuevo a los castellanos, dado lo infame de la muerte a que fue sometido Sancho II. Bellido Adolfo fue conducido a los calabozos durante nueve días, plazo establecido por la ley local para que los agraviados pudieran reclamar al sospechoso y poder ser sometido a juicio. Unos apuntan que Bellido abandonó Zamora con la aquiescencia de Urraca y se dirigió a tierras moras; y otros señalan que fue entregado a los castellanos y descuartizado por cuatro caballos.
La muerte de Sancho II puso fin al sitio de Zamora. Su cadáver fue
trasladado al monasterio de San Salvador de Oña, en Burgos. Sus hermanos
recuperaron sus tronos. Alfonso, León; y García, Galicia. De estos hechos
existe un romance que nos narra la historia:
Sobre el muro de Zamora; vide un
caballero erguido;
al real de los castellanos da con
grande grito:
¡Guarte, guarte, rey don Sancho, no
digas que no te aviso,
que del cerco de Zamora un traidor
había salido;
Vellido Dolfos se llama, hijo de
Dolfos Vellido,
si gran traidor fue su padre, mayor
traidor es el hijo;
cuatro traiciones ha hecho, y con
ésta serán cinco!
Si te engaña, rey don Sancho, no
digas que no te aviso.
Gritos dan en el real: ¡A don Sancho
han mal herido!
¡Muerto le ha Vellido Dolfos; gran
traición ha cometido!
Desque le tuviera muerto, metióse
por un postigo,
por las calle de Zamora va dando
voces y gritos:
—¡Tiempo era, doña Urraca, de
cumplir lo prometido!
Levantado el sitio de la ciudad, los castellanos enviaron un mensaje a don
Alfonso, rey de León, en que le rogaban aceptara el reino de su difunto hermano
Sancho.
Consintió gustoso don Alfonso y convocó a los nobles de ambos reinos para que le prestasen juramento de fidelidad, pero Ruy Díaz de Vivar rehusó hacer tal, si antes el rey no juraba, a su vez, no haber tenido parte alguna en la muerte de don Sancho. Irritado Alfonso por tal imposición, declaró que trataría a Rodrigo como rebelde y que lo desterraría de su reino por un año. Pero recordando el rey los grandes servicios que el Cid había prestado a su padre, don Fernando, se avino luego a ello, y Rodrigo le tomó el juramento a que antes se había negado, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos.
Consintió gustoso don Alfonso y convocó a los nobles de ambos reinos para que le prestasen juramento de fidelidad, pero Ruy Díaz de Vivar rehusó hacer tal, si antes el rey no juraba, a su vez, no haber tenido parte alguna en la muerte de don Sancho. Irritado Alfonso por tal imposición, declaró que trataría a Rodrigo como rebelde y que lo desterraría de su reino por un año. Pero recordando el rey los grandes servicios que el Cid había prestado a su padre, don Fernando, se avino luego a ello, y Rodrigo le tomó el juramento a que antes se había negado, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos.
La Historia Roderici, (biografía y crónica principal del Cid), sin embargo,
no dice nada acerca de que la muerte del rey Sancho se debiera a una traición,
aunque sí que la misma se produjera durante el asedio a Zamora, desconociendo
la causa de la misma. De cualquier forma, la personalidad del rey Sancho, su
imprudencia y su falta de paciencia no eran compatibles con el sitio de Zamora.
Ninguna de
las crónicas trata de manera amable a Bellido Dolfos, al que se presenta como un personaje
despreciable, vil, astuto y traicionero, discípulo de Satán y capaz de todo con
tal de lograr su objetivo. Según la leyenda éste no era otro que conseguir los
favores carnales de la infanta Doña Urraca. Su presencia nace en el momento en
el Doña Urraca se ve incapaz de seguir soportando el asedio de Zamora por su
hermano, al escasear los recursos, prometiendo a aquel que pudiera librar a la
ciudad del asedio darle lo que quisiera. Es entonces cuando Bellido aparece en
la leyenda, al presentarse ante la infanta contándole un plan urdido por él
mismo para acercarse al rey Sancho y matarle.
Bellido
abandonó Zamora dirigiéndose hacia el campamento de Sancho, solicitando una
entrevista con el rey para contarle que abandonaba a doña Urraca y se pasaba a
su servicio. Una vez ganada la confianza de Sancho, Bellido le contó un plan
para conquistar Zamora. Le dijo que conocía una puerta secreta, libre de
vigilancia que le permitiría pasar a la ciudad sin ser visto y
conquistarla. Sancho escuchó suspalabras y accedió a acompañarle,
confiando en aquel personaje que le prometía un fácil modo de acabar con el
asedio. El rey y el traidor acordaron buscar juntos la mencionada
puerta. Un domingo, el 6 de octubre del año 1072, ambos salieron con sus
caballos para recorrer la muralla de la ciudad en busca de la puerta secreta.
En un momento, el rey se aprestó a hacer sus necesidades, bajándose de su
caballo y dándole a Vellido sus armas, lo que aprovechó este para asestarle
varias puñaladas mortales con su propio venablo: “Diole con el dicho venablo por las espaldas, que le salió a los
pechos, e cayó luego en tierra”. No cabe duda que la muerte del rey
no pudo ser más desafortunada y, desde luego, nada poética ni digna de un
personaje de tal estirpe. En realidad, su muerte demostraba la credulidad y la
poca prudencia de alguien que se dejó guiar sin escolta alguna por un personaje
como Bellido. O eso, o la leyenda ha podido traicionar también a la
historia.
Sea como
fuere, el traidor, tras asesinar al rey, salió huyendo y volvió a entrar
en Zamora por el lugar que durante mucho tiempo fue llamadoPortillo de la
Traición y regresando al lado de Doña Urraca a cobrar su recompensa. La
leyenda nos dice que, al conocer la traición, el propio Cid Campeador,
persiguió al asesino, aunque sin alcanzarlo. En las afueras de Zamora, durante
el asedio a la ciudad, el Cid, al servicio del rey Sancho, fue ordenado
caballero en la iglesia de Santiago de los Caballeros, donde veló armas.
REINA
DE ZAMORA. EL
PROFETA
Ramón de la Calle Esteban.
1 comentario:
¡Ajjj la codicia! si Sancho hubiera respetado la voluntad d esu padre, no hubiera muerte nen el Sitio. Interesante leyenda mezclada con historia.
Un abrazo
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