domingo, 5 de enero de 2014

ROMANCES Y LEYENDAS DE ZAMORA

 
 
 
Romance de la Venta del Ánima Perdida
 
Cuentan las crónicas, mi señor, que Modesto abandonó la Venta presa de la desesperación. Pensó en volver a casa, desandar camino y buscar consuelo en su recogimiento. Y dicen que las lágrimas corrían por sus mejillas y que bajo un roble se arrodilló y rezó a la Virgen de Carballeda, que era su gran devoción. Y luego decidió apurar la senda hasta el final, pues sólo el dinero prestado salvaría su situación. Y cuentan también que Modesto llegó en Galicia ante la puerta del prestamista, y que llamó y no le abrieron, le confundieron con un pordiosero. Quiso explicar que lo tuvieron cautivo una semana, a pan y agua mantenido y sin poder asearse en una palangana. Entonces le soltaron los perros.

Modesto regresó allí donde vivía sumido en negra tiniebla, pues los que cobrarle querían en llegar no tardarían; sus hijitas y su esposa no lo podrían consolar. Mas vos sabéis que siempre hay gente mala y algunos vecinos del lugar decían “mira éste cómo anda por estirar más el brazo que la manga”. Y cuando llegó el día aciago y lo citaron en el juzgado, Modesto volvió a tomar camino, hacia la Villa esta vez, pero quiso dar un rodeo y pasarse por Rionegro y ante su Virgen postrarse y rezarle, al menos, un Credo. Luego continuó por las riberas del Tera pasando por Codesal, Sandín y Robledo.
Divisando Ungilde se cruzó con un caballero: iba tan abstraído que casi cayó a las pezuñas de su cabalgadura. “¡Voto a tal, paisano! ¿No tenéis ojos en esa cara tan dura?” Modesto reparó entonces en su presencia: el jinete vestía todo de negro, negro su pelo, negra su montura; lucía una barba bien recortada, el gesto adusto, los ojos entrecerrados guardaban su mirada. “Disculpadme, señor: tengo tantas cuitas en la mollera que no puse mi atención en la carretera”. Inquiriole el otro por sus problemas y Modesto se los contó. “Amigo” - contesta - “Voy a hacer algo por vos: debéis llegar a la Puebla y plantaros ante el juez. Decidle que yo, Luis Ceferino, soy vuestro defensor. Que aguarde mi llegada, aunque pudiera tardar, porque es importante que me escuche antes de sentencia dictar.  Decillu bien alto: Luis Ceferino, os habéis de acordar”.
Y Modesto lo hizo tal como el caballero lo dijo: llegó a la Puebla, entró en el tribunal y al juez pidió la venia para un tiempo aguardar. Ya van sonando cuartos, ya van sonando las  medias, ya el demandante se viene a protestar, ya el juez y el secretario se empiezan a encenegar; se abre entonces ya la puerta y entra Luis Ceferino con un donaire sin par. “Disculpen vuesas mercedes por lo que les he hecho esperar, mas he estado ocupado con las pruebas que ahora quiero mostrar. Estuve cociendo habones y luego los fui a sembrar y quise dejarlos bien regados antes de venir para los juzgados” “¡Hola! Espera que esperarás y nos llega este tarado” - se oyó decir al posadero - “Nunca en la tierra ha germinado lo que en la olla ya ha sido cocinado” Luis Ceferino se giró triunfante: “¡Ay, tunante! ¡Ni jamás dos pollas nacieron después de que se frieron! Sin pollas no hay huevos y sin huevo no hay gallina; sin gallinas para vender no hay monedas para coger y sin monedas cogidas no hay tierras ni alquiladas ni vendidas... y así, sin límite ninguno. Si es cierto que mi habón no germina, de tu huevo tampoco habrá gallina y éste es mi alegato final contra acusación tan dañina”.


Allí acabó el juicio, mi señor, y uno por uno abandonaron la sala. Dicen que en la Costanilla Luis Ceferino alcanzó al ventero del Ánima Perdida: “La Justicia de este mundo te ha dejado en libertad, pero en el día de tu muerte yo te volveré a buscar” y riendo marchó para el Azogue do su caballo tenía en esa posada que llaman la Posada de la Villa. A grandes voces llamole Modesto, que por la cuesta corría, a agradecerle su elocuencia antes de la despedida.
“Pobre cuitado” - contestole el caballero, ya subido en la su silla – “Por vestirme de abogado yo ya he sido bien pagado. Antes de encontrarte con el mesonero, cerca de tu casa había a quien buen dinero debías: me convocaron, un alma infame me presentaron. No quisieron que otro antes mordiera del plato que ya está en su mesa. Te tienen los colmillos en las gorjas y ahora vendrán por tu bolsa, y tras tu bolsa tu hacienda y todo cuanto ganaste trabajando tu vida entera. Decís aquí en la tierra que la mancha de la mora, con mora verde se quita; en los infiernos decimos que el lobo que muerde primero come delante del compañero”.

Y aquí, mi príncipe, daremos fin a este cuento; aunque de Modesto la historia sigue y sigue, bien es cierto, permitidme que me calle justo en este momento, antes que vuelva a casa y tope con los usureros, aquellos de su comarca que le prestaron dinero.

 
 
EL PROFETA
 
RAMÓN DE LA CALLE E.